The Persistence Of Memory. Savlador DalÃ, 1931 El tiempo derrite los últimos segundos de mi sueño. |
Asfixiada en tu marco cronometrado, sin control ni dominio, sin pausa. Dices ser el que cura las heridas más profundas; quizás curas lo que la razón no puede. Lo que es cierto, es que nos encontramos destinados a que nos mates, nos hagas esclavos de la búsqueda de una eternidad marchita que huye y nos arrastra consigo.
Me enloqueces, siento que te malgasto y tú me malgastas a mÃ. He desafiado la vida solo pocas veces, breves perÃodos concedidos por el destino para no morir en deseo y excusas. Pensé que esos momentos nunca acabarÃan, pero me arrebataste cada instante sin compasión, aún cuando más lo disfrutaba. Dices que resuelves nuestras dudas y dolores, que los años enseñan lo que los dÃas no conocen. En lo que a mà concierne, lo que dices es una gran mentira. Aún cultivando la amistad, debilitas el amor y desluces la belleza externa, permitiéndonos sólo poseer el pasado, y el futuro, asà no queramos, es más tuyo que nuestro.
Tiempo, protagonista arbitrario de la vida misma, agente efÃmero del tormento, te llevaste contigo mis mejores recuerdos, aquellos que prevalecen en el desván de mi memoria. Me limito a flotar en tu espacio, dilatando mi tiempo de vivir. No contaré tus presuntuosos minutos, contaré sensaciones, y cada momento será un dÃa. Fingiré que el tiempo detenido que tanto añoro existe, y que no controlas mi vida a tu placer.
No sé por qué escribo para ti, a ti que nada te importa. Eres una fuerza imparable que espera por nadie, un caminar sin rumbo por una vÃa infinita, una causa perdida. Me quejo de tu impaciencia, en ocasiones de tu monotonÃa, pero principalmente de tu falta de piedad. Eres absurdo e irremediable, indigno de mis interminables por qués. Pretenderé conocer por qué vienes y vas a tu gusto, susurrando en mi oÃdo sin perdón que todo está por acabar.
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